Capitulo LIII ~ La llave

De mal humor porque Jalia se hubiese proclamado líder de repente. Fui con Ibally a una de las casas, donde no había nada, ni muebles ni nada, solo un cuadro. Claro que Ibally lo examinó, incluso intentó abrirlo, pero, al no ver nada raro, subió al piso de arriba. Había algo en el cuadro que me decía que no era normal, que había algo, algo que la ninfa había pasado por alto. Examiné el cuadro detalle por detalle, pero todo parecía igual. Saqué mi daga, acariciándola con mis dedos, mientras pensaba. Y pensé, y pensé, y pensé... Y se me ocurrió algo. Sitúe la punta en el cuadro y, como ya imaginaba, esta lo atravesó sin problemas. Ahí faltaba un trozo de pared. La pregunta era ¿por qué? ¿Qué escondía? Deslicé la daga hacia abajo, rasgando la bella pintura, pero era para una buena causa. Una vez rasgado verticalmente, lo cogí con las manos y arranqué la tela, observando que en forma de cuadrado faltaba un trozo de pared durante unos cuatro metros y, al fondo, había una caja fuerte. Tuve que estirar me brazo hasta donde pude, pero no llegaba, además, la caja de notaba que era vieja, por lo que podría romperla con mí espada fácilmente. La desenvainé y, de un solo golpe, la descargué contra la única hendidura que encontré, por lo que aquello sirvió para que la caja entera de rompiese. Tan solo habías de buscar el punto débil. Aparté los restos con la espada, mirando mientras, y pude ver algo que brillaba entre ellos, así que seguí hasta que salió a flote una llave llena de polvo. Con la punta de la espada la atraje hacia mí, hasta que la pude coger y la saqué. Soplé con fuerza y la limpié con mi camiseta, y quedó reluciente; era una preciosa llave dorada con motivos en un idioma que no entendía.
-¡Ibally, encontré una llave! ¡¿Qué hago con ella?!
Ella bajó rápidamente y examinó lo que encontré.
-No creo que sirva, pero la puedes guardar por si acaso.
-Pues vale-dije poniéndomela en el colgante junto al diamante.
-Vámonos.
Y eso hicimos. Salimos y nos reunimos con Jalia, Alex y Garred.
-¿Y Jace?-pregunté.
-Dentro de la casa, ha habido un problema.
-Bien, voy a ver.
Me giré sobre mis talones yendo a la casa que habian revisado Jace y Alex, y, cuando entré, no me esperé encontrar a Jace con su espada clavada en un montón de polvo del suelo.
-Juro por el río Estigio que...-comenzaba a hablar el hermano de la que una vez fue Jane.
-¿Qué juras, Jace?-lo interrumpí haciendo que se girase mirándome.
-No es de tu incumbencia.
-Bien, ¿por qué tienes tu espada clavada en el suelo?
-No es de tu incumbencia.
-¿Porque tienes los ojos cristalizados?
-No es de tu...
-Jace-dije interrumpiéndole, como diciendo que no siguiese.
-Yo... Yo...-susurró cayendo de rodillas.
-Ven, sentémonos-dije suave y levantándole del brazo, hasta conducirlo a las escaleras, donde ambos nos sentamos.
-Es tan solo...-comenzó-. Estoy destrozado, Lexi... Mi hermana ha muerto... No soy capaz de aceptarlo... Y lo que ha pasado... No me ayuda...
Le miré atenta a cada palabra que decía.
-¿Quieres contarme, Jace?-dije mirándole a los ojos.
Él asintió apretando sus rodillas nervioso.
-Jace, ¿te parece que tengo las manos pequeñas?
-No, ¿por qué?
-¿Puedes mirarlo?
Asintió confuso cogiendo mí mano entre las suyas. Sonreí. Sabía que eso le reconfortaría. A ambos, de hecho.
-Sigue contando.
Asintió preparándose.
-Estábamos Alex y yo, mirando la casa... Y vimos un perro del infierno y después, no lo sé, apareció mi hermana... Ella...-reprimió un sollozo, y yo apreté su mano-. Ella empezó a atacarme... No entiendo por qué, siempre nos llevamos bien... Siempre fuimos hermanos... Yo... No entiendo... Alex dice que era una venti...
-Oh, la parte mala de alguien que muere. Tranquilo, Jace, ni siquiera era ella, tan solo era un fantasma malvado.
-Pero... La vi... Y le clavé la espada... No quiero volver a luchar, Lexi... Ya no...-en ese momento su voz se rompió.
Deslicé una mano por su espalda hasta llegar a su hombro y estrecharlo contra mí.
-Pero luchar es tu vida.
-Y ella también era mi vida... Y murió...
-Todo estará bien, Jace, estoy segura de que ella te sigue queriendo, y sigue contigo.
-¿Conmigo?
-Sí, Jace. En tu corazón-dije soltando su mano para ponerla en su corazón.
Verle sonreír me hizo sentirme... Bien. Por haberle ayudado, aunque fuese un poco.
-Y además, siempre puedes honrar su memoria matando al que mató a su hermana.
-Es verdad... ¡Eso haremos! ¡Cambiemos la misión por ello!
-Cebollino, tantos cambios de misiones me están liando.
Rió haciéndome sonreír.
-Pero, ¿y tú qué?
-¿Qué me pasa a mí?
-Últimamente no tienes la mejor cara. ¿Estás bien?
-Sí, tranquilo.
-¿Seguro?
-He dicho que...-su mirada y su reciente confesión me hicieron cambiar de opinión-. Que no.
-Cuenta.
-No lo sé, Jace, pero estoy muy molesta con Ibally. Se cree lo mejor por poder curarnos, se mete en nuestras peleas. Solo... Estoy molesta. Estoy acostumbrada a hacer lo que me de la gana, y alguien como ella no me va a parar. Y encima Jalia se nombra líder ella misma.
-Pero tú no eras la líder.
-Lo sé. Pero lo eras tú.
-Oh, que mona.
Le dirigí una mirada peligrosa.
-Perdón.
Asentí rodando los ojos. Durante unos momentos, Jace se quedó mirando a la nada, y una lágrima resbaló por su mejilla.
-No llores-susurré limpiándola con el pulgar-. Me tienes a mí. Apóyate en mí, yo estaré ahí para ti, ¿vale?
Me miró y, como un niño pequeño adorable, asintió.
-Vamos.
Me levanté levantándolo a él por mis manos, que me abrazó enseguida, haciéndome dar un traspié.
-Gracias-susurró en mí oído y me dio un beso en la mejilla.
Pude notar algo de calor en las mejillas, y me crucé de brazos mientras el reía y se iba, seguido de mí.
Una vez afuera, los demás nos bombardearon a preguntas, que respondimos como pudimos y, una vez más, nos pusimos en marcha, con los animales más descansados. También una vez más el me hizo ponerme delante. Maldito pelo seta cabezón.
-¿Qué crees que pase entre Garred e Ibally?-me preguntó abrazado a mí por la cintura, como medida de no caerso mientras yo estaba agarrada al pelaje del grifo.
-No lo sé, pero no creo que hagan buena pareja.
-¿Bromeas? ¡Serían la mejor pareja del mundo!
-¡Mentira! ¡Ibally es demasiado fría para él, que es un pegajoso y un oso amoroso!
-¿Nunca pensaste que los polos opuestos se atraen?
Al no ver otra salida, decidí pasar de discutir.
-Silencio, mortal.
-¡Soy un semidiós!
-Pues silencio, semidiós.
Le oí reír, y no pude evitar reír también. Enterró la cara en mi cuello con sus ojos cerrados y su respiración calmada.
-Sabes que odio...
-El contacto corporal-completó la frase-. Pero déjame, que lo estoy pasando mal.
Resoplé dejándole. Aunque tampoco me quejaba tanto. Y así continuó nuestro viaje, con un cebollino pegado a mi espalda con sus brazos rodeando mi cintura y su cara en mi cuello.

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